Sunday, August 22, 2010

un Job posmoderno o la biblia del siglo xxi

Debe medir como unos seis pies. Es un gordito de esos que pasó su adolescencia frente a una computadora. Rechoncho, por decir lo menos. Tiene una mirada que devela el desquicio de quien antes de dormir lee un librito de citas célebres. Panfletos para adormecer bobolones. Un día Shakespeare, un día uno de los personaje de Twain, un día o varias veces el mismo día, se cita el mismo en tercera persona.

Bajo la sotana, ínfulas. Un título, una corbata, papeleo y la convicción de quien despunta como la reencarnación de Job. El sufrimiento es su carta de presentación. La víctima, el víctima, él que aguanta como elegido, él que levanta la bandera, como quien aún sueña con levantar una falda. No conoce de faldas, sólo conoce de nalgadas.

La estatua de la libertad no siempre fue verde,  la de la justicia no siempre fue ciega, la de Colón no disfruta los baños de mierda de paloma. El cristo de la iglesia sigue sangrando por el costado. Los fieles, la fiel, él fiel, se arrodillan y se levantan, se sientan y se levantan, se persignan y se van. El Cristo no sana, Job no sana.

Bajo la manga, desesperación. En la cartera cinco pesos y cuatro sueños rotos, el carnet del NRA y alguna estampita del divino niño. Sigue frente a la computadora, rechoncho, solo, pensando en faldas y nalgadas, pensando en la apuesta entre Dios y el Diablo, leyendo citas huecas de contexto como quien aprende de la vida leyendo los catálogos de Sears. Como quien solamente demanda, un poquito de su (a)precio…

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